Antonio Larrea, hombre clave para entender la actual DOCa Rioja
La Fundación Vivanco ha presentado en la Estación Enológica de Haro su último proyecto editorial: ANTONIO LARREA. El alma del Rioja. En el acto han estado presentes Santiago Vivanco, presidente de la Fundación Vivanco para la Cultura del Vino y Experiencias Vivanco; Nuria del Río, directora de la Fundación Vivanco y del Centro de Documentación del Vino; y los autores del volumen, José Luis Gómez Urdáñez y César Luena López, que ha sido prologado por el exministro de Agricultura, Pesca y Alimentación (1991-1993), Pedro Solbes, y que cuenta con un sentido epílogo del enólogo Francisco Díaz Yubero. El “primer latido” de la obra recién presentada se remonta a la firma de un convenio entre la Fundación Vivanco y la Universidad de La Rioja (UR) en febrero de 2012, que dio paso a la tesis doctoral sobre la figura de Antonio Larrea, defendida por el ahora doctor por la Universidad de La Rioja, César Luena López, el 14 de marzo de 2014, y dirigida por el catedrático de Historia Moderna en la UR, José Luis Gómez Urdáñez, coautor del libro.
La tenaz perseverancia de Antonio Larrea retrata la historia del Rioja
Los capítulos Haro, la ciudad del destino; La Rioja y el Rioja, el fundamento de todo; La Rioja que esperaba a Larrea; Años de formación; Dos frentes de lucha sin tregua; La cara más alegre del Rioja; El Rioja en el mundo; La declinación de Larrea y El final, conforman el esqueleto del libro Antonio Larrea. El Alma del Rioja: un encuentro con la vida y el legado, que trasciende lo meramente enológico, de este Ingeniero Agrónomo nacido en Baeza, Jaén (1913). Tras sufrir tuberculosis y proseguir los estudios una vez finalizada la guerra civil (con un devastado edificio de la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos en la Ciudad Universitaria), obtuvo su título universitario en Madrid, en 1941. Se doctoró con una tesis sobre la vid, Vides americanas portainjertos, génesis de una entregada vocación que desarrolló a lo largo de su trayectoria profesional: durante 28 años en la Estación Enológica de Haro (un joven Larrea asumió su dirección en 1943) y como Presidente del Consejo Regulador, desde su restauración en 1945, hasta 1971.
Los autores José Luis Gómez Urdáñez y César Luena López han desvelado, tras siete años de intensa investigación, la historia del Rioja, y de España, trenzada con la vida y la obra manuscrita de un hombre conocido, pero “no suficientemente reconocido que les deslumbró”. El Fondo Larrea alberga un interesantísimo archivo privado documental y fotográfico, cuidadosamente nutrido por Antonio Larrea hasta su muerte y adquirido, posteriormente, por la Fundación Vivanco para la Cultura del Vino. Antonio Larrea transmite, a través de un legado escrito de su puño y letra, y de multitud de fondos gráficos, los avatares históricos de La Rioja (y de España): desde los tiempos de bonanza previos a la devastadora filoxera de finales del XIX, pasando por una España sumida en la oscuridad de la posguerra que realizó un esfuerzo colosal para regenerarse, la autarquía de un país en blanco y negro, o la apertura de finales de los 60 (tal y como refleja el capítulo dedicado a la exitosa misión riojana en EEUU, en 1966 y 1967). En definitiva, los logros, las dificultades y los claroscuros de una serie de “décadas decisivas” que ayudan a entender la actual DOC de Rioja y su proyección mundial.
El buen vino comienza en la viña
El estudio se complementa con fuentes orales de más de veinte figuras clave del Rioja: desde Ángel Jaime Baró, Manuel Ruiz Hernández, Gonzalo Ortiz, Ezequiel García Martínez “El Brujo”, la directora de la Estación de Viticultura y Enología de Haro, de la centenaria Enológica, Montserrat Íñiguez, hasta otros anónimos, entre ellos Ignacio Landa, taxista de Larrea. Figuras a las que se suman las vivencias del ya fallecido Pedro Vivanco Paracuellos, que además de custodiar en el Centro de Documentación del Vino el Fondo Larrea, siguió su recomendación: al no poder estudiar en la EVE, pues se habían suspendido los cursos, Pedro Vivanco se trasladó a Requena (Valencia) para completar sus estudios de Enología, cuya licenciatura obtuvo en 1971.
El fondo documental, compuesto por cartas, informes, memorias, fotografías, reflexiones, artículos de prensa e incluso poesías de Antonio Larrea, arrojan, por un lado, el rigor y la perseverancia de un hombre sumamente meticuloso con su trabajo. Los documentos reunidos en más de 100 cajas desvelan un ingeniero agrónomo apasionado de la historia y los versos; un trabajador incansable, profundamente religioso y fiel a sus convicciones, entre ellas un sentido estricto de la justicia social. Un hombre que se hizo querer entre los hombres del campo y que siempre abogó por la formación desde la cepa (para Larrea el buen vino comenzaba en la viña). De hecho, a él se le debe la iniciativa del Consejo de distribuir pequeñas cartillas sobre técnicas vitícolas, abonado, poda, injertos… y el fomento de cursos y actividades de promoción del Rioja de calidad. Fue un técnico riguroso, un funcionario dialogante que lejos de blasonar sus logros, situó en un lugar destacado a la Estación Enológica de Haro, a pesar de una manifiesta falta de medios técnicos y humanos (tal y como reflejó cada año en la memoria anual, a la postre ensayos plurianuales).
Tal y como señala el autor César Luena López, “los hitos de Antonio Larrea han sido tres. En primer lugar, gracias a su enorme actitud de resistencia, consigue reflotar la Estación Enológica. Como autores, pretendemos narrar un personaje que también tuvo críticas… Lo que podemos ver a través de sus memorias es que la capacidad técnica en cuanto a la certificación de exportaciones de la Enológica aumentó considerablemente con él. Además, se recuperan los cursos de aprendices y capataces bodegueros: media Denominación de históricos bodegueros, sus entonces hijos y nietos, fueron formados por Larrea en estos cursos. Hacía apostolado y puso a la Enológica, y su calidad y control, no sólo al servicio de las muestras en el control de vino, sino que la implicó en una labor de divulgación, orientación, enseñanza e investigación. Larrea se acercaba a los pueblos con su libreta para dar consejos directos. En segundo lugar, Larrea consigue ponerse en medio de los intereses de un Consejo Regulador, que tiene que arbitrar a partir de los años 50, tras la guerra y postguerra. En sus escritos lo denomina “organismo inoperante”, pero a pesar de las dificultades comprensibles, su tarea persistente de lucha, su tarea de control de la calidad y de promoción para un paraguas de Rioja que englobara a otras marcas, salió”. En tercer lugar, señala Luena, “contribuyó a un vino mejor elaborado, con un control, que hizo que fueran más eficaces las misiones comerciales, por ejemplo las de EEUU en los años 66 y 67, que trajeron su retorno. Antonio Larrea concienció sobre la necesidad de un vino bueno y bien presentado para penetrar en el mercado exterior. Todo ello podríamos decir que se resume en un estar en medio de todo, sin protagonizar absolutamente nada. Y tiene su mérito.”
De hecho, las cifras que recoge el libro hablan por sí solas. «El crecimiento espectacular de las exportaciones de Rioja -1.206.800 litros de vino vendidos en 1966- en un mercado tan difícil como el norteamericano estimuló la realización de la «misión comercial» de 1967. Auspiciada por la Dirección General de Expansión Comercial, la misión riojana, con Antonio Larrea al frente de una docena de bodegueros, recorrió las ciudades más importantes: Nueva York, Washington, Chicago y San Francisco». Las exportaciones pasaron de 2 millones de litros en 1967 a los 4.700.000 litros en 1972.
Este enamorado de la Cultura del Vino y de su propagación festiva, contribuyó decisivamente al Rioja que hoy vivimos. Más allá de ser el director de la Estación Enología de Haro y el presidente del Consejo Regulador, como lo atestigua el paso del tiempo y la perspectiva histórica, y tal y como señala el Catedrático José Luis Gómez Urdáñez, Antonio Larrea fue «un hombre que supo añadir la cultura y la curiosidad intelectual, amén de una gran honestidad, a las exigencias de un sector empresarial en pleno despertar tras años de autarquía». Fue, en palabras de este autor, y de manera muy callada, pero eficaz y tesonera, el “alma del Rioja”.