OPINION | En doscientas palabras (XV)
Tiempo sin asomarme a este altozano, las vacaciones dan savia provechosa, apacigua los arrechuchos. La lucidez del descansado acompaña a expresar opinión. He constatado que en la política local luce esplendorosamente una bacteria, puede que sea un bacilo o un protozoo. A los políticos locales, les infla el pescuezo, estiran el talle, avivan los ojillos, afilando la nariz de la ambición.
En especial en cargos retribuidos con esfuerzo del contribuyente. De la postura conciliadora y ganas de fijar votantes, pasan a la altivez. Les crece la soberbia, a otros la parsimonia. Sus motivos son nítidos, lo han conseguido.
Es hora de pasar al despacho noble, no queriendo dar explicaciones, ni las mínimas. No aclarando nada, sí lo hacen es con discurso altanero, ningún argumento, sólo por mis cojones morenos. Ahora por cuestión de género debemos añadir mi coño trigueño.
Es la misma enfermedad sufrida. Cambian los palmeros, cambian los aduladores. Volvemos al despacho, trabajo rutinario, jefa suprema del despacho de la gestoría y a mi plim.
Se desinflan, retornan apáticos, recelosos con desconfianza. Su misión era otra, era prodigiosa, el objetivo no es dar explicaciones. Por favor, la divinidad es para elegidos, no para los zaparrastrosos, su penitencia es otra.
Vizconde del Moro.