OPINIÓN | En doscientas palabras (XXI)
Un suponer, imaginemos una nueva colección de cromos, como título “Felones de España y Portugal I”, aclarando que para Portugal con una página tendríamos suficiente. Aquí no, llenaríamos varios tomos. Hay felones exorbitantes y otros mediocres, llamémosles cagapoquitos por sus complejos narcisistas. Seguro que los dos primeros cromos conocemos su cara, tercero el inolvidable Fernando VII, muy lejos de la cabeza. El felón paladín, paradigma de la indecencia, quiere convencernos que la mejor manera de apaciguar al tigre (léase independentistas) es dejarse devorar por la fiera sin rechistar, vergonzosamente. Quiere seducirnos a nosotros ¡qué somos un país de orgullo en el asta, toros bravos de las dehesas! no somos bueyes de cuadra. Pretende qué seamos mansos, apacibles.
Sus obcecados seguidores entusiastas asumen como verídica la mentira proclamada, la responsabilidad electoral como algo chungo sin compromiso, palabras vacuas que se lleva el viento que no pertenece a nadie, parodiando al segundo felón de la colección.
Cuesta asumir decisiones políticas contra natura, percatados del error, la historia invocará la pantomima. Menuda sociedad complaciente y silenciosa, asumiendo mensajes de sometimiento a la minoría intransigente de ceporros, dispuestos hasta el uso de la violencia para someter a una mayoría pusilánime y timorata.
Vizconde del Moro.