OPINIÓN | En doscientas palabras (XXII)
Pasear plácidamente, las manos en los bolsillos, por calles y rincones de cualquier pueblo, sin proponértelo pones atención en el entorno próximo, donde alcanza la vista. Plazas, calles, andurriales, enseguida construyes la opinión del lugar y sus concurrencias. Cuando los lugares urbanos están todos salpicados, colapsados de chicles pegados al suelo, la impresión es guarra, fea, cochina y con siniestros habitantes de escaso respeto al entorno, sin educación, torpes, lerdos. Desagrado es el primer pensamiento.
En países cultos, avanzados, con conciencia social de mejora, de acrecentar la convivencia y las buenas formas, empiezan por la higiene, no tiran un triste papel, o una consumida colilla. Es triste la situación, como dijo cierto pensador, nada tiene arreglo, evidencia que hay que llevar con asco y resignación.
Cuidemos nuestro ámbito, suelos, aires, ambientes, en este rincón del planeta bendecido. Es cuestión de inteligencia práctica, de razonar y pensar todos los días un mínimo.
Los marranos y antisociales nunca tienen prisa. Alimentados por la inmundicia, presumen de ignorancia sin abrir la boca, estimulando la miseria humana. El hábito de no arrojar desperdicios al suelo, es un pequeño gesto para agradecer. Niño arrojando un chicle al suelo es reflejo del hogar y educación recibida.
Vizconde del Moro.
Totalmente de acuerdo. En este país hay muchos cerdos de dos patas, maleducados e incívicos. Su cerebro no da para más. Deberían echarse al monte a cuatro patas y vivir salvajes, sin leyes, sin normas, sin respetar nada. Para que su cerebro solo cumpla con lo mínimo, que es alimentarse y descansar de ese esfuerzo.
Cuando uno viaja por el mundo se da cuenta que ha tenido la mala suerte de vivir entre cerdos.