OPINIÓN | En doscientas palabras (XXV)
Una vez comprado lote de tres barras de pan, emprendí el camino al hogar cruzando la “Pasarela Laura Rivado”, nombre dispensado por un casta sarcástico con la intención de dar. Mi vista se dio de bruces con “El Barquito”, triste y solitario sin singladura programada, aspiración legitima de todo barco que se precie, independiente de su tamaño. El buquecillo maldito abandonado por hados y vientos hace demasiado tiempo, ningún político local guía la recuperación desde la caña del timón. Las viejas galernas tornaron a calma chicha, aburrida. Es una desconsideración no agradecerle los servicios prestados, por pertenecer al panorama urbano harense en los días más señalados. Recuerden las largas sesiones en el salón de plenos sobre su esencia patriótica.
Ya no es interesante, ya no se emplea como arma política, siendo desahuciado al olvido, al ostracismo de las cosas inútiles.
Da pena que el ayuntamiento actual, crisol defensor del jarrerismo galopante sea abandonado a su suerte, el tiempo se encargará por goteras, grietas y rajaduras borrarlo de la memoria.
Había una vez un barquito chiquitito,
Que no podía, que no sabía,
Que no podía navegar.
Pasaron una, dos, tres legislaturas
Y aquel barquito, y aquel barquito,
Y aquel barquito naufragó.
Vizconde del Moro.
Aunque no sea el Titanic, sí que merecería un poco más de atención tan insigne buque de hormigón que en tiempos pretéritos tantas travesías gloriosas a la hora del vermouth nos deparó a sus pasajeros…..una pena su abandono…..